domingo, 4 de mayo de 2014

Viaje a Burgos (y 7)

Bueno, pues esto se acaba: toca recoger. Como estamos cerca de Madrid, apuraremos el día aquí.

Están preparando el banquete de una boda en el hotel, en el precioso claustro gótico: tiene una pinta estupenda. La gente pasea por las calles bien vestida, sin estridencias y con mucha menos seriedad que en Valladolid: son más "normalitos", o eso creíamos hasta hoy; hay muchas bodas y el desfile de modelos de los invitados es incesante, generalmente  un poco excesivos, sobre todo comparado con lo visto hasta la fecha.

Como es el último día hay que hacer compras: recuerdos, productos típicos, regalos para las familias y para la madre... gracias a los largos paseos vamos a tiro hecho. Intentamos reservar para comer en El 24 de la Paloma: imposible ni hoy ni mañana; a golpe de teléfono lo conseguimos en el Mesón del Cid, el del primer día. Visitamos La Casa del Cordón, sede de una exposición sobre Japón muy interesante: "Entre el pincel y la espada". Como otros muchos edificios históricos, La Casa del Cordón es sede de una entidad bancaria: parece que así se conservan en buen estado y parcialmente al alcance del visitante.

La comida excelente, sin sorpresas: es el único sitio en que hemos repetido. Menestra, chuletitas de cordero, bacalao gratinado, leche frita flambeada y helado caliente con caramelo de naranja.

Y luego, para hacer la digestión y quedar con un buen sabor de boca, de nuevo a ver la Catedral, recrearnos en los puntos clave y admirar hasta la saciedad la espectacular Capilla de los Condestables. Carretera y manta y en Madrid en poco más de dos horas; la cercanía de Burgos permite aprovechar hasta el último momento el tiempo de viaje sin que resulte agobiante.

Ha sido éste un viaje muy agradable, y por varios motivos: nos hacía mucha falta, es un destino cómodo, el tiempo ha ayudado y Burgos es una ciudad con mucho encanto, y volcada con la naturaleza, ideal para nosotros en cualquier momento y muy oportuna en el presente. Nos prometemos volver, aunque sea de escapada. Y os la recomiendo, tanto si sois de los nuestros, de ver las cosas muy pausadamente, como si simplemente queréis tener una pinceladas: en cualquier caso, os va a encantar.

viernes, 2 de mayo de 2014

Viaje a Burgos (6)

Hoy cogemos de nuevo el coche por la mañana para hacer un itinerario circular por la BU-800.

La primera parada es en el monasterio cisterciense de San Pedro de Cardeña, donde quedó Doña Jimena mientras El Cid guerreaba y donde reposaron sus restos hasta que el abandono del monasterio motivó su traslado a la catedral de Burgos. Porque el monasterio sufrió dos expolios: la desamortización de Mendizábal y el saqueo de las tropas napoleónicas; pese a ello tuvo suerte, ya que al menos se mantuvo en pie, aunque muy deteriorado. Gracias a ello presenta una curiosa imagen, con la esbeltez, la altura y la luz del gótico y la (obligada) sobriedad más propia del románico, y que a mi me gusta. Nos guía un monje encantador, de una sencillez inusitada y todo afabilidad, y nos va explicando que la mayoría de las obras y restauraciones que podemos contemplar son obra de algunos de los hermanos: tapices, grandes lienzos murales, casullas ceremoniales primorosamente bordadas y hasta los mosaicos de taracea del suelo del claustro. Son pocos, apenas dieciséis, y no hay dinero, así que se hace lo que se puede. Eso sí: parte del suelo del templo es nuevo, lo puso la Comunidad Autónoma ¡y tiene hasta hilo radiante!; claro que se pone poco, porque es caro de mantener. Y es que en el monasterio hace frío, mucho frío: a pesar de haber acristalado la sala capitular que da al claustro encuentran hielo en la parte interior, y la única manera de entrar en calor es con el pico y la pala; incluso con guantes, jersey y un gorro de piel ruso no se llega uno a templar.

La sencillez y la paz que este monje transmite nos deja un recuerdo agridulce. La vida que nos describe parece tener un sentido que nada tiene que ver con esa sensación de pompa y boato que se desprenden de tantas noticias sobre temas religiosos. Ora et labora, y ambas con gusto, sin plantearse grandes cuestiones y sin más angustias que ver como su comunidad decrece y languidece, pero sin que ello perturbe su día a día. Personas así le reconcilian a uno con el mundo.

La segunda parada es muy diferente: la Cartuja de Miraflores, a las afueras de Burgos. Es éste un centro rico, con muchas ayudas y subvenciones, y se nota en cada detalle, desde la recepción, los guías, la documentación al alcance del visitante, el estado de conservación, la riqueza de su patrimonio y hasta su moderno museo. Es otro mundo, interesante y muy recomendable de visitar, pero en el polo opuesto del anterior. Dos detalles curiosos: es la cuna de un licor potente, el Chartreuse, cuya fórmula solo conoce un monje y la pasa en testamento a su sucesor y ¡en la tienda venden todavía juegos de diapositivas! Antaño eran la única forma de tener una imagen de recuerdo de un monumento, ya que la fotografía era cara, no se permitían las fotos y, cuando se podían hacer, nunca quedaban tan bien. Pero ahora, en el siglo XXI, encontrar diapositivas es sencillamente anacrónico.

Conseguimos mesa para comer en Casa Ojeda, un sitio tradicional de Burgos desde 1.912, muy bueno y agradable. A nuestro lado se sentaron el pedrojota Ramírez, tras hacerse notar en todo el salón, y don José Antonio Ortega Lara. Inevitable escuchar su conversación, más bien el soliloquio político del pedrojota, que empeoró cuando se dedicó a preguntar a su acompañante por detalles de su secuestro, por el asesino Bolinaga... impresentable. Pese a todo nos deleitamos con salteado de verduras, confit de lechazo, mollejitas de lechazo, tarta y milhojas de la casa. Un sitio para volver, sin duda.

Dedicamos la tarde al Museo de la Evolución Humana, parte de un complejo de tres edificios sobre el tema, creado a partir de los hallazgos de Atapuerca. El museo se puede definir con una sola palabra: excesivo. Puede explicarse lo mismo y mucho más claro en la décima parte de tiempo y de espacio; el planteamiento es absolutamente faraónico y no se sostiene ni aún en tiempos de bonanza económica, mucho menos en los actuales. Además, cada dos por tres aparece un guía del museo en una zona concreta y comienza una explicación de unos 15 minutos en una zona concreta, explicación que interrumpe la visita de quienes quieren seguir a su ritmo.

Dadas las fechas, está todo lleno; pese a ello encontramos mesa en Twenty, en Huerto del Rey 20, un sitio que no llama la atención, pero que está muy bien: el mejor jamón ibérico desde que hemos llegado.

jueves, 1 de mayo de 2014

Viaje a Burgos (5)

Hoy, 1 de mayo, es mejor no estar en el centro por la mañana, así que vamos a visitar en Castillo y su entorno, aprovechando que el tiempo acompaña. La subida es suave y está muy bien acondicionada, y discurre por una ladera boscosa. Burgos es una de esas ciudades que, conscientes de la naturaleza que las rodea, han sabido cuidarla e integrarla de forma perfecta en su entorno. Es muy difícil visitar Burgos, o simplemente pasear sin rumbo, y no hacerlo rodeado de árboles, flores, campos verdes y todo tipo de aves, y esto añade un enorme encanto a una ciudad ya de por si encantadora.

El Castillo fue arrasado por las tropas napoleónicas en su retirada; al saqueo habitual de los vencedores de todas las épocas y nacionalidades los ejércitos franceses añadieron una táctica de destrucción de lo que no podían llevarse y que tristemente fue imitada en posteriores conflictos, incrementando así el sufrimiento de la población civil y destruyendo innecesaria e irreversiblemente el patrimonio cultural. Poco quedó del castillo, pero la ciudad decidió recuperar sus bases y convertir el entorno en una zona de disfrute para todos. Y lo han logrado, aunque siguen en ello: el recinto es visitable y está perfectamente balizado y accesible, hay una inmensa nave con restos y video explicativo y, la parte más espectacular, hay una visita guiada  a una de las muchas galerías que horadan la montaña y que se asoman a varias alturas a un espectacular pozo de más de 60 metros de profundidad y que abastecía de agua al castillo. Se pone uno un casco y se recorre una galería un poco agobiante, pero perfectamente acondicionada: es una experiencia única y muy interesante.

Recorrimos parte de la muralla antigua, hasta la curiosa Puerta de San Esteban, y al bajar de nuevo al centro pudimos ver pasar la manifestación del 1º de mayo, ya un clásico en nuestros viajes. Para comer elegimos El Mesón de Burgos, muy frecuentado por los burgaleses y con muy buenas atención y cocina: habas guisadas con jamón, lechazo, bacalao a la burgalesa, crema de yogur y postre del abuelo. Y luego, un paseo por la orilla del río, con los patos volando a nuestra altura y graznando a pleno pulmón: esto es todo un lujo.

Por la noche, y a pesar del fresquito, la calle está abarrotada, y los bares a tope: nos tenemos que apañar en La Tapería del Casino, en la Plaza Mayor, concurridísima y con un ir y venir incesante, muy llamativo, todo lleno de personas de muy avanzada edad. Y la temperatura no deja de bajar, así que nos retiramos pronto.

Viaje a Burgos (4)

Hoy toca moverse en coche por la provincia. La primera parada es en el monasterio de Santo Domingo de Silos, que está algo cambiado: a fin de cuentas han pasado más de 30 años desde que estuvimos aquí, con nuestro querido Seat 850. 

Se ha modernizado y ha cambiado hasta la puerta de entrada, que ahora se realiza por el lado opuesto y a través de la preceptiva tienda de recuerdos. Además, la visita es ahora guiada, por un joven de mirada inquietante que intercala en su discurso salmos y poesías alusivas sin variar el ritmo narrativo, lo que nos hizo temer por su cordura en varias ocasiones. La verdad es que sus explicaciones fueron muy interesantes y nos hicieron comprender la historia del  monasterio, del románico en particular y del entorno. El pueblo de Santo Domingo, aparte del tipismo de sus construcciones, tiene bien poca cosa atractiva para el turista, así que cambiamos de escenario.

Covarrubias es otra cosa; su nombre deriva de la existencia de cuevas en esta tierra, de colores rojizos.  El pueblo es encantador, conserva la estructura y muchas de las edificaciones medievales y se respiran calma y sosiego en todos sus rincones. Comimos en Galín, un restaurante local y para los locales, lo que ahora se diría "auténtico y con encanto". Comprobamos que el Torreón de Dª Urraca no se puede visitar y que ya no está en él la discoteca que en nuestra anterior visita traía a mal traer al encargado de la Colegiata.

Porque Covarrubias fue un centro tan importante que hasta Colegiata tuvo y reposan en ella los restos de Fernán González, entre otros muchos ilustres. De aquellos tiempos dan fe su órgano, único en el mundo, perfectamente conservado y funcionando, y un pequeño museo con piezas notables y que su guía enseña con pasión y con un sentido de la realidad encomiable: "esto se desconoce", "esto se supone", "aquí no tenemos los medios del Museo del Prado"... Es una visita que se recuerda con mucho cariño.

Durante el viaje de vuelta a Burgos, en el atardecer castellano de los interminables campos, es inevitable comparar este viaje, por carreteras más que aceptables y con un señor coche, con aquel de hace 30 años, realizado en condiciones algo más penosas. Sin embargo, y cada uno a su manera, ambos tienen un enorme encanto.

Y para terminar, una de pinchos (premiados algunos de ellos) en Los Panchos, con el añadido del fútbol y de las pasiones que despierta en la gente que nos rodea. 

miércoles, 30 de abril de 2014

Viaje a Burgos (3)

Un nuevo día radiante. Estamos teniendo mucha suerte con el tiempo: luce el sol y no llueve; hace fresquillo en cuanto cae la tarde y se levanta el viento, pero es perfectamente soportable. Muy de agradecer: los mismos burgaleses que adoran su ciudad ponen el inconveniente del frío, y temíamos sufrirlo en estas fechas.

Aprovechando la buena situación del hotel vamos dando un paseo hasta el monasterio de Las Huelgas. No se permiten las fotos durante la visita guiada, visita que tiene su sentido para no interferir con las actividades de las monjas de clausura. Lo que resulta increíble es la gestión de mi mochila, la de la cámara de fotos, que despierta todo tipo de sospechas, porque acude el vigilante de seguridad, me informa que debo dejarla en consigna ¡y antes de eso la pasa por el detector de rayos X! ¿Qué piensan, que voy a volar los armarios?  Y lo más curioso es que dejan pasar a una señora con un bolsón tan grande como mi mochila y a otra con una mochila muy sospechosa: comprada en la tienda de regalos del Congreso, eso sí que tiene peligro. La visita en si, muy agradable, con guía y de casi una hora.

A la vuelta pasamos por la iglesia de San Cosme, muy próxima al hotel: un ejemplo más de iglesia monumental "de barrio". Para comer elegimos El 24 de la Paloma, un restaurante moderno sobre la base de la cocina clásica local, y que consigue sabores sorprendentes y con una atención exquisita: ensalada tibia de alcachofas, bacalao al pil pil, tiradas de vieira (con espuma de coco), gyozas dulces de calabaza con helado de Idiazábal y chocolate de Tanzania con licor.

Por la tarde, paseo sin más por la parte antigua y de copas. Hoy hay manifestación por la escuela pública, muy activa y colorida y muy civilizada: apenas un par de coches policiales para dirigir el recorrido y ningún incidente. Ya que estamos por aquí cenamos de raciones en La Cantina del Tenorio, un local entrañable con unas tapas deliciosas y caseras. Aquí nos encontramos con Berta, nuestra guía de Las Huelgas de esta mañana: la mejor recomendación. Es uun sitio muy original a la par que clásico: una de sus paredes está decorada con doce preciosos retratos ¡de sus proveedores!: el del bacalao, el de los encurtidos, el del pan... cada uno con un comentario jocoso.

Esto ya lo hemos visto en otras capitales de provincia: la gente abarrota bares y terrazas hasta bien entrada la noche, pero con un civismo que, por inusual en las grandes ciuidades, resulta sorprendente. Y luego, casi de repente, cada mochuelo a su olivo y las calles vacías. Y nosotros también, que mañana toca coger el coche.

martes, 29 de abril de 2014

Viaje a Burgos (2)


Tras una noche de descanso reparador y un desayuno delicioso y abundante, empezamos un día típicamente turístico, así que ¡a la Catedral!

Es realmente espectacular tanto por fuera como por dentro, muy luminosa ya que apenas tiene vidrieras y con una sensación de ligereza muy conseguida. La entrada incluye audioguía, que no solemos coger, pero que está muy bien: ofrece información suficiente de cada sitio y añade la posibilidad de profundizar más a gusto del visitante. El recorrido es agradable, y la pieza clave es la Capilla de los Condestables: una catedral dentro de la catedral. El museo está muy bien planteado y su recorrido es muy ameno. Solo le pondría dos "peros": no hay aseos y el centro de interpretación y el estupendo vídeo histórico que en él se proyecta están al final de la visita; empezar por aquí facilitaría mucho la comprensión del conjunto.

Comida en sitio típico: el Mesón del Cid, frente al pórtico de SantaMaría, en un edificio histórico perfectamente conservado y con una cocina exquisita y contundente: berenjenas rellenas de bacalao, escalopines a la pimienta, solomillo con salsa de queso del páramo y postres del abuelo (queso de Burgos con miel y nueces) y de la abuela (cuajada con miel y piñones).

Hay que bajar como sea tan opípara comida, así que toca paseo por el larguísimo parque de la Isla. Se trata de un espacio en la margen derecha del Arlanzón, perfectamente acondicionado como jardín botánico y zona de recreo tranquilo, con estanques, fuentes, restos arqueológicos rescatados del olvido y una tranquilidad que solo se encuentra en este tipo de ciudades.

Y es que la impresión que transmite Burgos es de una ciudad muy cosmopolita: no en vano es punto clave del Camino de Santiago, y sin embargo pausada y calmada, con gentes muy abiertas de verdad con el visitante. Y limpia, muy limpia, lo que refleja no solo un esfuerzo para que así sea, sino un llamativo grado de civismo de sus gentes. También aquí encontramos los bares abarrotados por la noche y en día laborable en mitad de la semana: este sistema de relaciones y, sobre todo, el poco tiempo ante el televisor que ello implica pueden tener mucho que ver en el ambiente que se respira en las calles.

Terminamos el día cenando raciones en La Favorita; la próxima vez tomaremos tapas, ya que hay mucha tradición en la zona y este bar tiene importantes premios en concursos de estos manjares.

Viaje a Burgos (1)

El tiempo tiende a poner las cosas en su sitio. Hay quien se dedica al blog con gran dedicación, incluso a diario; otros empezamos con ganas y poco a poco hemos ido aflojando el ritmo. Bien: cada cosa en su sitio. Está claro que en mi caso escribiré en contadas ocasiones y que me prodigaré más en los viajes, y que pondré pocas fotos por lo complicado que resulta componer una página curiosa con estos medios.

Y en ello estamos: este puente del primero de mayo toca Burgos. Vinimos hace más de 30 años y guardamos un gran recuerdo; lógicamente, ni Burgos ni nosotros somos los mismos, así que será más un descubrimiento que un reencuentro. Ya vamos conociendo unas cuantas capitales castellanas y siempre nos sorprende lo diferentes que son y lo poco que sabemos de ellas a pesar de tenerlas tan cerca.

Como de costumbre vamos agotados y somos de natural tranquilo, así que nos lo tomamos con calma, viendo pocas cosas pero a fondo e intentando empaparnos de la cotidianeidad del lugar y de sus gentes. En esta línea empezamos por no hacer el camino de un tirón (cosa que sí haremos a la vuelta) y paramos a comer en Lerma, preciosa villa burgalesa sobre el río Arlanza y con un sabor medieval muy agradable y perfectamente conservada y acondicionada a los tiempos modernos. Vale la pena salir de la autovía y dedicarle un rato; en nuestro caso, además, comimos en el Parador (nos gustan los Paradores): además de comer muy bien ¡no hay cobertura de móvil! Los muros son tan gruesos que no se oyó un solo tono de llamada durante toda la comida.

Llegamos sin problemas al hotel elegido, un poco a ciegas ya que no tuvimos fuerzas para hacer una búsqueda en condiciones. Y resultó todo un acierto: hotel Palacio de la Merced, que ocupa el antiguo palacio del mismo nombre y que es espectacular. Se sitúa a orillas del Arlanzón, muy cerca de la Puerta de Santa María, a un tiro de piedra del centro y de la Catedral, con una calidad impresionante y respetando el espíritu del palacio, con un claustro gótico y unos salones de ensueño. Moderno, silencioso, acogedor... y solo con cruzar la calle, el río, lleno de aves de todo tipo.

Al ser la primera tarde y de viaje salimos a dar un paseo. Es curioso esto de la memoria: hace más de 30 años que estuvimos aquí y pese a ello llegamos sin dificulotad al edificio de la Capitanía, por el que pasábamos a diario camino del hotel. ¿Qué hotel era? Era modesto y antiguo, con cama con dosel y  un edredón muy acogedor (hizo un frío terrible entonces), pero poco más conseguíamos recordar. Sin embargo, al mirar en un cartel de información turística vimos un nombre que disparó el recuerdo: hotel Norte y Londres, y hacia él fuimos, y era, en efecto, nuestro hotel de entonces.

Buscamos donde cenar, en mesa y dentro, que esta moda de tiritar en la calle bajo una estufa no acaba de convencernos, y acabamos en Rimbombín, un bar restaurante de los muchos que rodean la Plaza Mayor. Cenamos unas alpargatas, que son una tostada fina de pan de leña tostado, con aceite virgen y lonchas de ibérico: sencillamente deliciosas, un revuelto de bacalao en su punto y un flan de café casero. La atención, impecable: un sitio muy recomendable.

Y ya está bien para el primer (medio) día: mañana más.